El doctor Sergio Rafael Rojas Soriano salió temprano de su vivienda a ejercitarse en los alrededores del Jardín Botánico de la Capital, como lo hacía todos los días. Pero la delincuencia lo había puesto en su lista y ayer se ensañó contra él. Varios hombres que ocupaban dos motocicletas se acercaron al médico, fisiatra, y le dispararon para matarlo, y lo lograron. Rojas Soriano dejó cuatro hijos en la orfandad.
Anoche fueron detenidas dos personas con relación a la muerte a tiros del fisiatra Sergio Rafael Rojas Soriano (Sarito), asesinado ayer en la mañana cerca del Jardín Botánico, mientras se ejercitaba. De acuerdo con detalles ofrecidos, testigos identificaron a los detenidos. Aún no ha sido hallada el arma usada en el crimen.
En las investigaciones preliminares se había descartado el robo, puesto que en poder de la víctima se encontraron un teléfono celular BlackBerry, un anillo de graduación de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), un reloj, su cartera, licencia de conducir, una copia de la matrícula del carro, tres tarjetas de crédito y la licencia de porte de una pistola.
La Policía informó que cuatro hombres dispararon al médico desde dos motocicletas, detrás de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (UNPHU).
A pesar de que la entidad informó que el fisiatra había recibido un disparo, una fuente del Instituto de Patología Forense reveló que el cadáver tenía dos perforaciones de bala.
En el lugar la la Policía Científica encontró cuatro casquillos calibre 9 milímetros. El médico, de 52 años, era padre de cuatro hijos, de los cuales dos son menores de edad. Los mayores están en Estados Unidos acompañados de su madre.
La señora Iris Rojas Jimeno, prima del médico, narró que éste se ejercitaba a diario en el Botánico.
El fisiatra tenía un consultorio en el Centro de Especialidades y Diagnósticos del Centro Médico Uce, donde el personal lamentaba su trágica muerte.
Era un militar asimilado que además laboraba en un centro de salud de Punta Cana. El doctor Rojas Soriano residía en la calle Euclides Morillo, del ensanche La Fe. “Lo único que yo tenía me lo quitaron”, decía en Patología Forense una pariente.
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